Hace unas semanas tuvimos que tomar la dura, durísima decisión de ayudar a nuestra gatita Minina a descansar finalmente. Una hermosa y especial gata de 19 años, guerrera como ninguna.
Su fama de princesa guerrera es desde el día que nace, aunque ella entra en mi vida al conocer a mi esposo, la adopto como mía desde que comenzó mi relación, teniendo ella ya 10 años, incluso aunque en esa época yo no había descubierto mi amor enloquecido por los gatos.
Mi esposo la encuentra recién nacida, en el sótano de su casa, la escucha llamando a su madre pero no aparece. La deja quieta por un rato, por si acaso efectivamente regresa, pero nada. La lleva al veterinario y ahí es la primera vez que la desahucian, que tenía como mucho, un 20% de probabilidades de sobrevivir. A partir de ese momento, David la cuidó, y sobrevivió, no solo eso, sino que nos acompañó 19 años.
Vivió muchísimas cosas, incluyendo mudanza de continente hace año y medio, en el camino la diagnosticaron muchas veces, y le daban pocos meses de vida, y ella vivía a pesar de su condición y a pesar de estar ya viejita sus ganas de vivir podían con todo, hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos para que siempre estuviera cómoda y feliz, malcriada como ninguna y con gusto. Nuestra guerrera, finalmente decidió que era hora de descansar.
Fue una gata muy especial en muchos sentidos, sobre todo su conexión con mi marido, y en consecuencia conmigo, y aunque entendemos era su momento, no deja de ser muy dura su partida.
La casa no es la misma, la rutina no es la misma… La extrañamos con locura, pero tranquiliza que descansa en paz, que no tiene dolor, y que ronronea junto a Dios.
Muchos no entienden el amor que uno siente por estos peluditos, no ven cómo puede haber una conexión tan profunda con ellos, son parte de uno y no es algo que pueda explicarse con palabras. Sólo quien haya sentido esto puede entenderlo e identificarse con uno en estos momentos.
Para muchos soy solo «la loca de los gatos», una exentrica que si no estuviera casada terminarían de encasillarme en el estereotipo, pero aquellos que también son «locos» por los gatos y cualquier otra mascota, tengan la certeza que somos más de los que imaginamos (y otros todavía por descubrirlo, y algún día lo harán), y eso ayuda con éste duelo, que aunque se hace más llevadero con el tiempo, uno no deja de extrañar.
Minina se llevó una parte importante de nuestros corazones, de ella exclusiva. Lo bueno es, que nos ha enseñado a amar tanto, que nuestro corazón solo puede seguir creciendo para poder dar más amor… Que ese amor no deje nunca de crecer y expandirse, es la mejor memoria que podemos hacerle.
Te extrañamos y amamos, nuestra Mini, princesa guerrera