Día 3 – Navas de la Asunción – Ciguñuela. 74km
Suena el despertador a las 6am, y el cuerpo no se puede creer que tenemos que salir nuevamente. Ahora sí, todo duele!. Pero hay que salir, y pronto, antes de que apriete el calor. Alfredo nos dejó todo para desayunar, de verdad que la calidad de gente que uno se encuentra en el Camino es para recordar.
Salimosy vamos rosando los famosos arenales y pinares, pero el camino sigue siendo bueno.
El primer pueblo que conseguimos es Coca, todos duermen todavía, hay muy poca gente en la calle. Poco después de entrar, pareciera que de la nada, después de cruzar una calle, aparece de repente el espectacular e imponente Castillo de Coca; la cantidad de historia que uno va cruzando, por la que va pasando, es impresionante; tan poco conocemos de una historia tan amplia. Poco nos quedamos para poder aprovechar la mañana, manejar bici en las horas de calor es muy duro, así que hay que avanzar lo que se pueda. Comenzamos a pasar pueblo tras pueblo, unos más grandes, otros más pequeños, hermosos todos, llenos de una paz que nosotros que vivimos en ciudad anhelamos, y soñamos con una vida tranquila, de pueblo, más sencilla, sin tanto ruido, sin tanto jaleo. Y vamos pasando, Villeguillo, LLano de Olmedo, Aguasal, Olmedo, Valdestillas, Puente Duero, Simancas; nos detenemos un rato en Simancas, luego de pasar el puente del río Pisuerga. Un espectáculo de pueblo, un tronco pintado de azul a la orilla del río, compramos algo de beber que nos subiera un poco el azúcar y nos sentamos a ver el río, bajo la sombra de unos árboles; llevamos buen tiempo, aunque todavía quedaban unos 5 o 6 km para llegar a nuestro destino Ciguñuela, que según lo que vemos es pura subida. No puedo explicar la sensación que se tiene, al menos que se haya vivido, de la plenitud que se siente al mezclar lugares tan espectaculares, con el logro de haber pedaleado tantos kilómetros, que el cuerpo respondiera, y el mismo agotamiento que no te deja pensar en nada más sino el ahora, en lo básico; todo lo demás está de más. Continuamos nuestro camino y seguimos llenando nuestra vista y nuestra alma de paisajes absolutamente perfectos, praderas infinitas llenas de amapolas, que no puedes evitar pensar y reflexionar en que hay un Dios detrás de tanta belleza. Y mientras piensas eso, otro repecho, otro campo de flores, otro repecho, otro paisaje, otro repecho, y así hasta que ves una fuente, y vuelves a ver civilización, y finalmente llegas a Ciguñüela. Llegamos al albergue, en la puerta hay un tallado en madera de un hombre con la mano extendida para saludar. Llamamos al hostelero en una casa vecina, volvemos al albergue, que al darle la mano al «hombre de la puerta» la puerta se abre; nos da las instrucciones, nos muestra nuestras camas, la cocina y a seguir. Por nuestro lado, un buen baño para quitarse un poco el cansancio, el dolor del cuerpo y los kilos de tierra acumulados encima; aprovechamos la tienda del pueblo que abría a las 5pm y nos abastecimos para la cena y el desayuno y algo para la merienda/almuerzo del día siguiente, aprovechamos que llegamos temprano y paseamos un rato por el pueblo, visitando la iglesia y nuevamente, admirando la tranquilidad que allí habita.
Día 4 – Ciguñuela – Villalón de Campos. 66km


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