Hoy – Lo que el Camino me ha enseñado

El Camino abrió un pasadizo de posibilidades, algo que pensaba imposible, se hizo posible. No de gratis, nada en la vida que valga la pena es gratis o fácil, hay que trabajarlo, hay que prepararse. Hay que prepararse primero para que no se vuelva imposible realmente, para no sufrirlo tanto, para generar resistencia ante la adversidad. El camino de la vida es igual, hay que prepararse, no va a ser fácil. Puedo resumir varias de las lecciones que el Camino me enseñó de la siguiente manera

– No digas «No» o «no puedo», prepárate, y haz que lo imposible que se vuelva posible.
– Aunque algo sea difícil, no quiere decir que no sea disfrutable
– Prepárate. No lo puedo decir suficiente. Prepárate física y mentalmente. Si no te preparas, el viaje se volverá una tortura y muy difícilmente llegarás a tu destino.
– Hasta que no lo vivas, no vas a entender la magnitud de tus logros
– «Nadie te quita lo bailado» El Camino es algo que nadie nunca podrá quitarte, pase lo que pase, ya hiciste le Camino de Santiago. Así con cualquier aventura y sueño que quieras alcanzar en tu vida
– Solo en el momento que tomes la decisión de hacerlo es que realmente será posible lograrlo.
– Ten a tu lado a alguien que te ame, que ames y te potencie, nunca que te reste, porque cuando vengan los momentos difíciles necesitarás unir esfuerzos y energía. Ten a tu lado a alguien que crea en ti, si no lo tienes, es mejor estar solo.
– La vida pone obstáculos, «sube y bajas rompe piernas» pero también te pone en tu camino lo que necesitas para sobreponerte y para crecer
– Valora lo que tienes, pero no te conformes con quedarte ahí, hay un camino esperándote
– Amigos que hacen el «camino» contigo, se convierten en tu familia
– No porque vayas más lento quiere decir que estés haciéndolo mal o que no vayas a llegar; no porque vayas más rápido quiere decir que lo estés haciendo mejor que los demás. Cada quien tiene su ritmo. A veces requerirá que te detengas a esperar, o veces vas a tener que obligarte a ir más rápido. Pero lo más importante, es que no abandones tu sueño, aunque falle, siempre tendrás la satisfacción de haberlo intentado.
– En los momentos más difíciles, no te detengas, ve a un mismo ritmo, pero no te detengas, resiste, avanza.
– Vendrán momentos de duda, muy serios, y generalmente son justo antes de emprender el reto y justo antes de la parte más dura antes de superarlo y lograrlo.
– Lo que adelantes hoy es recorrido que ya has adelantado para mañana.
– Con retos a largo plazo ponte metas a mediano y corto plazo, que te vayan indicando el camino, tal como la flecha amarilla y cada pueblo intermedio en el Camino a Santiago.
– Todos tenemos dones y talentos, no los desprecies, utilizarlos para llegar a tu destino y ayudar a quien te cruces en el camino. Es la mejor forma de honrar a Dios
– Registra todo lo que puedas de tus memorias, son parte de lo que eres y te has convertido y conviene no olvidarlo.

Y por último… No esperes más ni pongas más escusas para alcanzar lo que quieres, empieza hoy, porque no sabemos lo que depara el futuro ni cuánto tiempo nos queda, y lo que creces con lo bueno y lo malo (porque no todo es bueno, ni tampoco todo es malo) que lo que te quede de vida, sea corta o sea larga, puedas sentir que la has vivido con todo lo que Dios manda.

Ahora de regreso a nuestros gatos y nuestros sueños, y prepararnos para nuestro siguiente «Camino».

Día 10 – último día – Melide – Santiago de Compostela 56km

Parecía que iba a llover, por primera vez desde que pasamos Cercedilla en el 2do día nos ponemos algún tipo de abrigo. Se agradece el clima un poco más fresco, nunca llegó a ser desagradable y no llegó a llover tampoco. Parece mentira que haya sido tan perfecto todo, hubiéramos elegido cualquier otra semana del año y el calor o el frío o la lluvia hubiera hecho la experiencia un poco más compleja todavía.

El cuerpo está bien agotado ya, mis tobillos se me han ido hinchando y en la noche no parece darles tiempo suficiente para desinflamarse completamente, no me duelen por suerte, así que al volver iría al médico (que parece que comí tal cantidad de sal en mi alimentación en el camino que retuve líquido, y a los 3 días de tratamiento ya estaba en absoluta normalidad nuevamente).

Raul y Miguel se adelantaron para llegar antes de la 1pm, ya que Raul debía retirar un coche en alquiler que compartiríamos para regresar a Madrid ese mismo día.

Ya la ansiedad de llegar y el cansancio, hacen que se pasen por alto muchas cosas, pero nos queda en el pensamiento que debemos volver, con más calma, y disfrutar de cada sitio que nos apetezca quedarnos o pasar más tiempo, sobretodo sabiendo ya qué esperar. Los sube y bajas rompe piernas se iban sintiendo cada vez más pesados, en la cabeza ya está que quieres llegar, pero de repente aparecía gente que te motivaba, como por ejemplo un australiano que vino a España a hacer el Camino; yo iba tan lento que en cada subida me alcanzaba, en cada bajada lo dejaba atrás y en la siguiente subida me alcanzaba nuevamente, y cada vez que nos veíamos nos decíamos lo mismo «nos vemos en la próxima subida». A los 13km antes de llegar a Santiago, nos tomamos una foto y ya esa sí que fue la última vez que nos cruzamos.

Luego cuando íbamos por Lavacolla, reconocimos una voz que se acercaba saludando: Benjamín. Nos había finalmente alcanzado. Fue una alegría enorme volverlo a ver, pensábamos que ya no lo veríamos nuevamente. Lo que quedaba de camino lo hicimos los tres juntos. Paramos en el «Monumento de Monte do Gozo», la última cima antes de llegar a Santiago. Foto respectiva y a seguir. Parece mentira que estamos a tan solo un par de km de llegar. Pedaleamos a penas un poco más y listo… estamos en Santiago. Lo hemos logrado. Es tan surreal, tan espectacular. Lo hemos logrado, y con alegría. Falta llegar hasta la Catedral, pedalear un poquito más, cruzar algunas calles concurridas y escuchas la gaita. Llegamos. Ahora sí. El punto final del destino. Mis únicos pensamientos eran «no puedo creerlo, hemos llegado, no puedo creer que se ha acabado. No quiero volver, no quiero que el Camino termine, aunque al mismo tiempo mi cuerpo se alegra de que ya no le vaya a seguir dando semejante palo» Mezcla de alegría de haberlo logrado, junto cosín la tristeza y melancolía de que haya acabado.

Raúl, Fermín y Miguel nos estaban esperando (Fermín hizo una ruta distinta ya que tenía bici de ruta y no la podía pasar por terrenos de tierra, por lo que terminó llegando primero que nosotros). Tomamos las fotos, Miguel decidió seguir hasta Finisterre, así que nos despedimos, siguió su camino y nosotros fuimos a buscar nuestra Compostelana. Al salir de ahí decidimos comer algo todos juntos y celebrar semejante victoria. Es increíble como experiencias como estas te hacen encontrar familia nueva en tan solo pocos días.

Cerca de las 6pm emprendimos el viaje de regreso, ese mismo día. Muchos pensarán que por qué no nos quedamos más tiempo en Santiago, que es una ciudad hermosa y que hay tanto que ver. Es cierto, pero con el cansancio de la mente y el cuerpo, solo quedaba el pensamiento de llegar a casa, con nuestras gatas, en nuestra cama. Algo me dice que no será mi última visita a Santiago, y le daremos el espacio y energía que esa ciudad merece, es una cuenta pendiente.

La obsesión de la flecha amarilla no termina. Ya en el coche, buscando instrucciones para salir en google, veíamos la flecha amarilla, y el primer impulso es querer seguirla, solo que ahora vamos en camino contrario. Ahora en 6 horas recorremos de regreso lo que nos tomó 10 días de ida, voy regresando en la carretera y al mismo tiempo mis recuerdos del viaje se consolidan. Extraño el Camino y todavía hoy, varios meses después que pude finalmente sentarme a transcribir mis memorias lo extraño.

Hoy – Lo que el Camino me ha enseñado

En Santiago, celebrando la llegada
Cuando Benjamín nos alcanza
En el laberinto para llegar a la Catedral
Después de 10 días y una larga cola, nuestras Compostelanas!
La Meta! Hemos llegado!

      

Día 9 – Sarria – Melide 65km

Día 9 – Sarria – Melide 65km

Justo saliendo de Sarria nos alcanzó Miguel, y continuamos un rato juntos, aunque luego Raúl y Miguel se adelantaron y nosotros fuimos un poco más a nuestro ritmo, o más bien mi ritmo, sinónimo de lento 🙂

Un poco más allá de Mirallos llegamos a la piedra de los 100km hasta Santiago, parece mentira todo lo que hemos recorrido, y ahora la cuenta regresiva se hace más real, más palpable. Da emoción y nostalgia al mismo tiempo, a pesar de estar agotados, no queremos que esto se acabe.

Nos vamos encontrando con cría de ganado, de ovejas, y toda clase de animales que la bendición de clima hace propicia para éste tipo de actividades; burros, perros, y por supuesto no podían faltar gatos. En un momento parecía hasta que hubiéramos entrado en un cuento, donde unas 5 o 6 vacas van caminando por la vía, siguiéndole su cuidador y a su vez el perro, todos con exactamente la misma expresión donde el tiempo no parece transcurrir, sino atrapados en una rutina infinita, ni buena ni mala, simplemente dejando pasar el tiempo mientras pasean por los caminos, ausentes de todo turismo y caminante, en su propio rollo.

Ya la vegetación es muy distinta, de hecho nos recuerda mucho a Venezuela. Mucho verde y muy húmedo, árboles frondosos y de muchos tipos, me sentía viajando por el Henry Pittier.

Algo que definitivamente no pasa desapercibido es la cantidad de personas haciendo los últimos 100km, campamentos, colegios, grupos. Es lindo ver que hay posibilidades de este tipo de experiencias para los jóvenes, que aprendan a amar la naturaleza, aunque al mismo tiempo no puedo evitar extrañar la soledad de los campos de Castilla y León, del Camino de Madrid.

Llegamos a Puertomarín, un pueblo realmente hermoso, que para entrar hay que pasar el «Puente Nuevo» sobre el embalse de Belesar, al terminar de cruzar el puente, la carretera se divide a la izquierda o derecha y a los caminantes los recibe una escalera que sube directamente al centro del pueblo. Cada pueblo que pasamos es una invitación a volver y a quedarse, jugando con nosotros la idea de irnos a vivir a cualquiera de estos paraísos.

Y ya poco antes de llegar a Melide, pasamos por Furelos, que si no fuera porque habíamos quedado con Raúl y Miguel que nos veríamos en Melide, nos hubiéramos quedado ahí, pero teníamos que conocer el famoso pulpo de Melide. Pedaleamos un poco más y llegamos, elejimos alojamiento, seguimos un anuncio de un Hostal que la verdad estuvo realmente estupendo: «O Tobo do Lobo», si alguna vez volvemos para allá, no dudaría en pasar por ahí de nuevo. Todo nuevo, todo limpio, y muy cómodo. Después de una buena ducha, contactamos a Raul y Miguel y nos fuimos a comer el pulpo, que tal y como es su fama, realmente delicioso. Luego Miguel, que es vegetariano, queria una pizza y lo acompañamos a comer su pizza y ver el partido del Mundial, que jugaba España ese día.

Ahora a dormir, ya mañana llegamos a nuestro destino, y el cuerpo lo sabe.

Día 10 – último día – Melide – Santiago de Compostela 56km

Empiezan los últimos 100km
Atasco de peregrinos

Pulpo en Melide

Día 8 – Cacabelos – Sarria 83km

Día 8 – Cacabelos – Sarria 83km

La cima más difícil del recorrido, O Cebreiro, no puedo decir que no estoy nerviosa, dormí un poco inquieta. Me levanto, voy al baño, me veo en el espejo… No me reconozco. Tengo la cara hinchada, ojos, nariz, labios, nada exagerado, pero sí muy extraño, el rostro adormecido un poco. Puedo respirar sin problema, así que procuro no entrar en pánico. Le digo a David y buscamos el centro de salud, que por suerte estaba a 300mts. Llamamos y me atienden en seguida, me interrogan historia médica y posibles alergias, pinchazo en la nalga, preguntamos si hay problema en seguir, nos da el ok sin ningún problema y a seguir. Le dije inocentemente «que bien, el pinchazo no dolió» a lo que me responde: «todavía, espera un rato» y efectivamente, pasé el resto del día con dolor en la nalga del pinchazo, pero muy contenta de que la reacción alérgica se quitó completamente. Todavía no sé que pudo haberme causado esa reacción.

Tal como esperábamos, nuestros amigos nos alcanzaron, primero Raúl cuando a penas íbamos por Villafranca del Bierzo y luego Miguel justo antes de la subida. Benjamín y Fermín sí se retrasaron un poco más. Y empezamos la subida al O Cebreiro, su fama es certera, una subida muy dura. Decidí ponerme en modo zen, y no enfocarme en lo que me faltaba por recorrer, sino en el ahora, en una pedaleada a la vez: una respiración a la vez, en mantenerme hidratada y otra pedaleada más, mismo ritmo, no importa que fuera lento, misma respiración, sincronizada con cada pedaleada, y otro sorbo de agua; no te bajes, no te detengas, tú puedes, respira, pedalea, a tu ritmo, no hay prisa, bebe agua, pedalea hacia la sombra, aunque sea un segundo, no te detengas, no te bajes, ve el paisaje, no veas el dolor, ve la creación de Dios, pedalea, no te detengas, tú puedes.

De repente, aunque la subida continúa, la inclinación ya no es tan fuerte, y eso de llevar el mismo ritmo funciona, una enseñanza que mi amado esposo me dió estando todavía en Caracas en una competencia: «no te bajes que es peor, procura mantener el mismo ritmo, ya verás que llega un punto en el que descansas, aunque continúes subiendo» así terminé esa carrera aunque muchos abandonaron, y así terminé la subida al O Cebreiro. A ver si no olvido esa sabia enseñanza en mis «O Cebreiros» del día a día…. «No te bajes, continúa con el mismo ritmo, aunque lento, no te bajes»

Finalmente llegamos, una colina hermosa, una vista espectacular, un pueblo acogedor. Raúl se había quedado comiendo a ver si lo alcanzábamos, Miguel había seguido ya y Benjamín y Fermín habían tardado en salir, así que no nos habían alcanzado.

Todos hablan del O Cebreiro, pero pocos hablan del Alto do Poio. Otro repecho de varios km, habiendo gastado la mayor parte de la energía en el O Cebreiro. Otra lección de vida: «no bajes la guardia cuando llegues a la cima, te puede estar esperando el Alto Do Poio más adelante, así que guarda energía». Nos hidratamos al llegar, descansamos un poco, y seguimos, porque la vida no se acaba cuando llegas a la cima, otra cosa más que recordar.

Seguimos el recorrido con Raúl hasta Triacastela. Miguel decidió quedarse ahí, Benjamín y Fermín también se quedarían ahí. Raúl y nosotros decidimos seguir un poco más, para que los últimos dos días no fueran tan largos, así que llegamos hasta Sarria. Nos costó encontrar alojamiento, de hecho tuvimos que regresar un poco al principio del pueblo luego de llamar a varios sitios que estaban full. El albergue tenía cocina y aprovechamos de cocinar una pasta con salchichas. A ver qué nos espera mañana, ya dejamos muy atrás los valles y praderas infinitas, toda la descripción en la guía de lo que quedaba era: «sube y bajas rompe piernas» y no estaba equivocado.

Día 9 – Sarria – Melide 65km

Raúl nos alcanza nuevamente

Día 7 – Astorga – Cacabelos 68km

Día 7 – Astorga – Cacabelos 68km

Ya los pueblos se nos vuelven irreconocibles, son hermosos todos, de casas hechas de piedra, pero el agotamiento del viaje ya empieza a nublarnos un poco más la memoria. Recordar los nombres de los mismos es toda un ejercicio. Además, la meta del día es pasar lo más temprano posible las Cruz de Ferro, una de las principales subidas del Camino después de Navacerrada. Raúl se nos une y continuamos juntos el camino.

Llegamos al inicio de la subida y a la tarea, lento pero seguro. De repente a mi izquierda otra aparición inolvidable, un nuevo amigo del camino, lo primero que nos dice: «pues yo me junto aquí, que en pelotón se va mejor» y con esas palabras, listo, ya tienes otro amigo de por vida. De repente habíamos llegado y conocimos al otro integrante de este nuevo equipo, Fermín, amigo de Benjamín que emprendieron el camino juntos. Llenos de alegría de la nueva familia que habíamos adquirido, bajamos, que me parece haber sufrido más la bajada que la subida, no soy muy fanática de las altas velocidades, y era muy difícil no llegar a velocidades que ya me resultaban incómodas, debo haber desgastado por lo menos media pastilla de freno solo en esa bajada.

Nos detuvimos en Molinaseca, justo al final de la bajada, un paraíso de pueblo con una piscina (helada) natural y una pradera con árboles a la orilla para resguardarse del calor. Estuvimos un buen rato ahí, al grupo se unió Miguel, también de Madrid que venía desde Roncesvalles en bici. Compartimos comida y descansamos, los más valientes (todos menos yo que llegué hasta la rodilla solamente) se metieron al agua helada. David lo recuerda como un baño absolutamente recuperador. El grupo decidió quedarse ahí, nosotros decidimos continuar ya que sabíamos que al yo ser más lenta, nos alcanzarían de seguro al día siguiente, así que avanzamos hasta Cacabelos. Disfrutamos de una maravillosa cena, viendo un partido del mundial de fútbol, un buen baño y a dormir, que mañana toca la subida al O Cebreiro.

Día 8 – Cacabelos – Sarria 83km

Frío no, lo siguiente! Renovación inmediata con el calor que hacía
La Cruz de Hierro
Compartido es más sabroso
Amistades inolvidables

Día 6 – Mansilla de las Mulas – Astorga. 72km

Día 6 – Mansilla de las Mulas – Astorga. 72km

Salimos lo más temprano que el cuerpo permitió, probablemente más tarde de lo que debíamos. Ya desde que pasamos Sahagún comenzamos a ver más peregrinos que están haciendo el camino francés, la mayoría a pie. Los ves golpeados ya del Camino, rodillas y tobillos vendados, y algunos que se sientan un momento a quitarse los zapatos y acomodarse las vendas de los pies, y tal vez tratar de convencer al cuerpo de seguir andando. La verdad que en bici, aunque no deja de ser duro, no lo es tanto como quien va a pie; en bici tienes quien te lleve las alforjas, a pie es tu espalda y rodillas quienes soportan ese peso, cada gramo cuenta; además recorres y ves muchas más cosas, si un día te falla el albergue en un sitio, seguro que a 10km consigues otro, pero a pie, 10km son horas caminando, y cada metro cuenta.

Y llegamos a León. Una ciudad hermosa, y muy amable con el peregrino. Se alegran de verte y te aconsejan en lo que necesites. Un cambio brusco a la soledad de la que veníamos, manejas kilómetros y sigues dentro de Leon. Intentamos de nuevo con otra tienda de bici a ver si algo podían hacer con el porta equipaje de David, nuevamente gente hermosa, quien necesite algo de bici en León, no dude en ir a Bicicletas Ramón.

Continuando con el mismo apaño, y con la confianza que Ramón e hijo nos dieron de que ese apaño aguantaría lo que quedaba de camino sin problema, seguimos avanzando hacia Astorga, esperando recorrer lo más posible para que las subidas que venían pudieran manejarse al principio de la jornada, cuando el calor todavía no aprieta y todavía hay energía.

Entre estos pueblos pasamos por Hospital de Orbigo, que te recibe con un puente medieval y unas vistas espectaculares. Nos detuvimos un poco a descansar y admirar semejante vista. Ahí conocimos a Raúl, otro peregrino ciclista que hacía también el camino de Madrid. Nos quedamos conversando un buen rato con él, e incluso intercambiamos algunos repuestos de la bici que podrían hacernos falta, además de intercambiar experiencias que hemos tenido en el camino, y en otros Caminos que ha recorrido él. El se quedaría en Hospital de Orbigo, y nosotros continuaríamos hasta Astorga. Poco podíamos imaginar en ese momento que sería una persona que se convertiría en compañero de Camino y alguien a quien no olvidaremos, que aunque después no nos veamos, o pocas veces,podemos considerar amigo.

Seguimos nuestro camino y seguimos deslumbrados de la belleza de cada sitio. Finalmente llegamos a Astorga, más ciudad que pueblo. Nos recibe pasadas las 6pm, y a pesar de ser ciudad, se nos complicó conseguir alojamiento. Finalmente conseguimos un hostal, a bañarnos y descansar.

Día 7 – Astorga – Cacabelos 68km

Hospital de Orbigo

 

Día 5 – Villalon de Campos – Mansilla de las Mulas. 73km

Día 5 – Villalon de Campos – Mansilla de las Mulas. 73km

Salimos con el corazón contento y el cuerpo un poco más descansado, la verdad es sorprendente cómo responde el cuerpo, es como si supiera que no tiene opción, así que para qué discutir, se presta a la tarea una vez más, con la expectativa de otros 70-80km por delante ese día.

Pasamos el primer pueblo, que poco a poco a medida que avanzamos, la arquitectura va cambiando. Seguimos el camino que marca el GPS y Wikiloc, y después de pasar Arenillas de Valderaduey, cruzamos por un camino paralelo al río. Después de varios kilómetros, suficientes como para decir, «para atrás ni para coger impulso», el camino va perdiendo nitidez y se va llenando cada vez más de flores. Muy bonito, sí, excepto cuando te das cuenta que es casi imposible atravesar pedaleando lo tupido del monte, sin saber cuánto queda por delante, y sabiendo exactamente cuánto hay para atrás. Con la esperanza de que se acabara rápido, seguimos hacia adelante, otros 2km, quién sabe, tal vez en 100mts ya se despeje de nuevo, que cuando se piensan en terreno liso no es nada, pero cuando estás luchando con plantas y flores llenas de pinchos, enredándose en los cambios y las ruedas, y con las piernas descubiertas recibiendo uno tras otro «latigazo». Para mí, éste fue sin duda alguna el momento más angustiante de todo el viaje.

Finalmente atravesamos el camino, o la falta de él, y retomamos vías más transitadas. Por supuesto al salir, tuvimos que sacudirnos enteros los pinchos que hasta dentro del zapato llegaron, revisamos que no hubiera un pinchazo y le quitamos toda la paja enredada en los cambios y cadenas de las bicis; fue en esta revisión que David cae en cuenta que un tornillo de su porta equipaje se había roto, y que al caer con el peso de la alforja rozaba la cadena. Como pudimos distribuimos el peso en otro lado, para no cargar de más el lado roto y David amarró con prescintos como pudo, por lo menos para no dañar los cambios o la cadena y lograr llegar al siguiente pueblo. Nos empezamos a cuestionar si yo debía llevar 2 alforjas (para mí significaría un esfuerzo mucho más grande llevar más peso encima, ya con una alforja estaba luchando) o enviar a Madrid de regreso parte del equipaje que llevábamos.

Pasamos por un lado a Grajal de Campos, lamentamos no acercarnos, desde lejos se ve un castillo absolutamente hermoso, pero debíamos resolver lo del porta equipaje lo más pronto posible, así que seguimos hasta Sahagún, la mitad del camino, donde se une el Camino de Madrid con el Camino Francés, y donde teníamos más probabilidad de arreglar la bicicleta.

Llegamos preguntando por una tienda de reparación de bici, intentó varias cosas, pero no pudo hacer mucho, el tornillo estaba aislado adentro del cuadro y sin cabeza, básicamente imposible de sacar sin dañar el cuadro de la bici. Nos puso una brisa metálica y algunas extra de plástico, luego paramos en una ferretería, y compramos millones de bridas, de todos los tamaños y colores, y bueno, a seguir así, revisando cada tanto que no se hubiera caído hacia la cadena nuevamente.

Pasamos por Bercianos del Real Camino, El Burgo Ranero, Reliegos, hasta Mansilla de las Mulas. Revisamos el porta equipaje, todavía aguanta. Decidimos quedarnos en un hostal en esta oportunidad. El que nos recibe nos recomendó un lugar para comer: Alberguería del Camino, un Hotel-Restaurante, realmente acogedor y hermoso, una comida exquisita, muy bien atendidos y con la mejor tarta de queso que he probado en mi vida; ya el sitio es suficientemente espectacular, pero la tarta es que se lo lleva a otro nivel, solo por probarla de nuevo volvería. Mansilla de las Mulas, otro pueblo hermoso que nos seduce de quedarnos, olvidarnos de la vida citadina, y disfrutar de los placeres de una vida más sencilla, más tranquila.

Día 6 – Mansilla de las Mulas – Astorga. 72km

Pinchos hasta dentro de las medias

Día 4 – Ciguñuela – Villalón de Campos. 66km

Día 4 – Ciguñuela – Villalón de Campos. 66km

Salimos al amanecer de Ciguñuela, con una temperatura absolutamente perfecta, con la visión del amanecer a nuestro lado, y los campos de amapolas acompañándonos buena parte del camino. Toque técnico en Wamba y seguimos hacia Peñaflor de Hornija; leemos en la guía que hay una «subida infernal» justo antes de llegar al pueblo, y esa frase se nos queda en la cabeza y cada repecho que vamos subiendo, nos preguntamos si esa era la subida infernal de la que hablaba en la guía, hasta que llegamos a la subida infernal, una vez que llegas, ya no tienes duda de que esa es. Comienzo a subirla primero y a los 10mts pierdo el equilibrio y debo continuarla a pie. Veo que David logró un poco más que yo, pero llega un punto en que no se puede más, entre la inclinación y las piedras que hacen resbalar las ruedas; así que no queda de otra sino empujar la bici con sus alforjas hasta arriba. No más llegar arriba, nos encontramos con dos señoras que nos indican el camino para continuar, pareciera que en cada pueblo hay un angelito esperando al peregrino para poder guiarle en su siguiente paso. Seguimos, pasamos por Valverde de Campos y Medina de Rioseco, un espectáculo de pueblo, o ciudad pequeña más bien. Aprovechamos de parar en una farmacia y compramos unos polvos isotónicos y recuperadores, a ver si nos ayudaban un poco en la energía, o la falta de ella que ya al cuarto día se siente mucho más. Para salir del pueblo hay que tomar la caminería al lado del Canal de Castilla; justo cuando piensas que no te pueden sorprender con visiones más bonitas, llegas al canal. Los árboles despidiendo sus semillas, envueltas de «algodón», parecía que manejábamos sobre las nubes, con el canal a nuestra izquierda y la bondad de la sombra de los árboles; hubiera podido continuar el día entero así.

Llegamos hasta la Exclusa Nro 7 del canal, donde se desvía y nosotros seguimos derecho al siguiente pueblo, ahí nos detuvimos, David a salvar una culebra que estaba en el canal que no podía salir y luego un almuerzo al lado del canal. Pocas cosas en la vida son tan perfectas como esa parada, sacada de un libro de cuentos, donde la imaginación no le hace justicia a la belleza de ese lugar.

Después de tanta perfección, un poquito de sufrimiento, !sin una sola sombra hasta el siguiente pueblo! Seguimos por Tamariz de Campos, Cuenca de Campos y Villalon de Campos. Llevamos un estupendo tiempo, llegamos antes de las 3pm, justo a la hora que el albergue abría. Llegamos ahí, nos recibie Pepe, el hospitalero de turno, cada 15 días cambia el voluntario de cuidar el lugar y a los peregrinos que van llegando, y nosotros tuvimos la gran dicha que Pepe nos recibiera, una persona con genuino don de hospitalidad, nos hizo sentir como en casa y con ganas de quedarnos un tiempo más.

Aprovechamos de comer en un restaurante que servían menú. Me supo a gloria! Tanto bocadillo llega a aburrir un poco, y mientras tanto viendo algún juego del mundial de fútbol. Nos reabastecimos y fuimos pronto a descansar. Debo decir que los días más duros fueron el 3er y 4to día, ya estás suficientemente cansado de los días anteriores, la energía de los primeros dos días se ha agotado, y cuando te pones a pensarlo, no has llegado ni a la mitad del camino, entonces te comienzas a cuestionar si lo vas a poder lograr.

Día 5 – Villalon de Campos – Mansilla de las Mulas. 73km

El repecho infernal
De qué cuento de hadas ha salido esto?
Amanecer saliendo de Ciguñüela

 

Día 3 – Navas de la Asunción – Ciguñuela. 74km

Día 3 – Navas de la Asunción – Ciguñuela. 74km

Suena el despertador a las 6am, y el cuerpo no se puede creer que tenemos que salir nuevamente. Ahora sí, todo duele!. Pero hay que salir, y pronto, antes de que apriete el calor. Alfredo nos dejó todo para desayunar, de verdad que la calidad de gente que uno se encuentra en el Camino es para recordar.

Salimosy vamos rosando los famosos arenales y pinares, pero el camino sigue siendo bueno.

El primer pueblo que conseguimos es Coca, todos duermen todavía, hay muy poca gente en la calle. Poco después de entrar, pareciera que de la nada, después de cruzar una calle, aparece de repente el espectacular e imponente Castillo de Coca; la cantidad de historia que uno va cruzando, por la que va pasando, es impresionante; tan poco conocemos de una historia tan amplia. Poco nos quedamos para poder aprovechar la mañana, manejar bici en las horas de calor es muy duro, así que hay que avanzar lo que se pueda. Comenzamos a pasar pueblo tras pueblo, unos más grandes, otros más pequeños, hermosos todos, llenos de una paz que nosotros que vivimos en ciudad anhelamos, y soñamos con una vida tranquila, de pueblo, más sencilla, sin tanto ruido, sin tanto jaleo. Y vamos pasando, Villeguillo, LLano de Olmedo, Aguasal, Olmedo, Valdestillas, Puente Duero, Simancas; nos detenemos un rato en Simancas, luego de pasar el puente del río Pisuerga. Un espectáculo de pueblo, un tronco pintado de azul a la orilla del río, compramos algo de beber que nos subiera un poco el azúcar y nos sentamos a ver el río, bajo la sombra de unos árboles; llevamos buen tiempo, aunque todavía quedaban unos 5 o 6 km para llegar a nuestro destino Ciguñuela, que según lo que vemos es pura subida. No puedo explicar la sensación que se tiene, al menos que se haya vivido, de la plenitud que se siente al mezclar lugares tan espectaculares, con el logro de haber pedaleado tantos kilómetros, que el cuerpo respondiera, y el mismo agotamiento que no te deja pensar en nada más sino el ahora, en lo básico; todo lo demás está de más. Continuamos nuestro camino y seguimos llenando nuestra vista y nuestra alma de paisajes absolutamente perfectos, praderas infinitas llenas de amapolas, que no puedes evitar pensar y reflexionar en que hay un Dios detrás de tanta belleza. Y mientras piensas eso, otro repecho, otro campo de flores, otro repecho, otro paisaje, otro repecho, y así hasta que ves una fuente, y vuelves a ver civilización, y finalmente llegas a Ciguñüela. Llegamos al albergue, en la puerta hay un tallado en madera de un hombre con la mano extendida para saludar. Llamamos al hostelero en una casa vecina, volvemos al albergue, que al darle la mano al «hombre de la puerta» la puerta se abre; nos da las instrucciones, nos muestra nuestras camas, la cocina y a seguir. Por nuestro lado, un buen baño para quitarse un poco el cansancio, el dolor del cuerpo y los kilos de tierra acumulados encima; aprovechamos la tienda del pueblo que abría a las 5pm y nos abastecimos para la cena y el desayuno y algo para la merienda/almuerzo del día siguiente, aprovechamos que llegamos temprano y paseamos un rato por el pueblo, visitando la iglesia y nuevamente, admirando la tranquilidad que allí habita.

Día 4 – Ciguñuela – Villalón de Campos. 66km

 

Castillo de Coca
Plaza en Ciguñüela

Día 2 Cercedilla – Navas de la Asunción. 86km

Día 2 Cercedilla – Navas de la Asunción. 86km

Salimos con el ánimo arriba y menos adoloridos de lo que imaginábamos. Seguimos subiendo por los bosques de Cercedilla, nos quedaban solo 8km de subida fuerte al principio y luego lo que quedaba era mayormente bajada. Se hicieron relativamente cortos esos 8km ya que estaba fresco y los paisajes eran para perderse en ellos, probablemente lo habríamos hecho más rápido, pero cada curva pedía una foto. Llegamos al Mirador de los Poetas, desde donde se ve Segovia a lo lejos. Luego el Mirador de la Reina, hasta que llegamos al Puerto de la Fuenfria. Comienza la bajada; nos metimos por donde no recomiendan ir con las bicis porque hay muchas piedras y rebota mucho la bici, pero ya habíamos bajado mucho cuando caímos en cuenta y no merecía la pena subir de nuevo, así que terminamos ese pedazo complicado, para llegar a una pradera que lo que llamaba era a quedarse a echar una siesta ahí. Igual seguimos, queríamos evitarnos el calor y teníamos la ansiedad de llegar ya a Segovia, sentir que se está avanzando (además de que habían unos toros sueltos que no sabíamos hasta qué punto estarían dispuestos a compartir su pradera perfecta)

Seguimos bajando y de repente los bosques desaparecieron y aparecieron las praderas de Segovia, con colinas no tan escarpadas, con riachuelos cruzándose en el camino y un terreno algo técnico, aunque sin comparación al de Manzanares que fue bastante más duro.

Y así, empezamos a cruzarnos con más gente y más gente, hasta que estamos en Segovia. Parada obligada en el Acueducto de Segovia y respectivo sello en la Credencial del Camino de la Catedral de Segovia. Llevamos buen tiempo, la parada del día indicaba Zamarramala, pero decidimos seguir un poco más allá, quién sabe, tal vez hasta podamos adelantar un día entero. Justo antes de continuar, otro pinchazo, ésta vez en la bici de David. No sabíamos cuándo veríamos otra tienda de bici, y nos dimos cuenta que estábamos cerca de un Decathlon, así que arreglamos el pinchazo (David arregló el pinchazo) y reabastecimos repuestos como si no hubiera mañana, unos cuantos kg más a las alforjas, el precio real de ir tranquilos.

Paramos en las afueras de Segovia a comer algo, eran las 5pm, volvimos a analizar la ruta, Zamarramala estaba como a 5km de donde estábamos, pero nos daba dolor perder lo que habíamos logrado avanzar respecto a días. Lo que quedaba era mayormente «bajada» así que decidimos seguir hasta Santa María Real de Nieva. Resulta que esa «bajada» tenía unos cuantos repechos a recordar, siempre con la amenaza de los arenales de los pinares que todos quienes han hecho el camino comentan: «hasta Coca no se metan por los pinares, cuidado con los arenales imposibles de pasar con bici si no es cargándola».

Llamamos al albergue de Santa Maria Real de Nieva, y nos dijeron que solo habían 6 literas y era por orden de llegada, no se podía reservar. Una vez que llegamos allá, casi a las 7:30pm, llamamos nuevamente y nos dicen que no hay disponibilidad; no hay otro albergue y el hostal más cercano está por lo menos 2km hacia atrás, que no son solo los 2km ese día sino que al día siguiente habría que hacerlos de nuevo, y la otra opción era serguir al siguiente pueblo que quedaba a 12km. Sin pensarlo mucho, decidimos seguir al siguiente, a Navas de la Asunción, nos aseguramos de tener albergue y continuamos nuestro camino. Parecía infinito, pero finalmente llegamos, el hospitalero, Alfredo, nos atendió como unos reyes, nos dimos una buena ducha que quitara un poco el dolor del cuerpo, y con la satisfacción de haber adelantado prácticamente un día entero del itinerario, con alegría en el alma, nos fuimos a dormir.

Día 3 – Navas de la Asunción – Ciguñuela. 74km

Entre los bosques de Cercedilla
Segovia
Mirador de la Reina